"Aýna o la épica de la cordura" en formato Digipack con libreto de 20 págs. diseñado por Adrian Blokin.
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lyrics
Hace cuatro años, una escritora me pidió que leyera el borrador de la novela que estaba escribiendo sobre una chica abocada a la demencia por una encefalitis vírica. Nunca antes nos habíamos encontrado a solas. Charlamos, cenamos, y al despedirnos, viendo cuál de los dos era más alto, la besé en la frente. Después, ella me ofreció que tomásemos M, y yo acepté el aroma de novedad y cariño que envolvía su propuesta, en una época en la que me sentía cercano a la anhedonia y carente de atención. Fuimos a un concierto, llegamos temprano, bebimos vodka con lima que parecía oro líquido y lamimos aquellas aristas de cristal amargo con la sala aún casi vacía.
En un rincón apartado, en unos bancos de madera, ella bromeó sobre mi estatura y me besó. Yo sentí que ya había probado antes ese sabor. Tal vez no era más que un torrente liberado por el éxtasis que, indómito, se precipitaba en mis papilas gustativas desde mi inconsciente, pero un torrente capaz de remover la hondura del lecho de un río.
El concierto empezó con el local a medio llenar. Los impulsos eléctricos vibraban sin apenas cuerpos en los que rebotar, percutiendo las paredes de mi estómago que se replegaban tratando de agarrarlos. Tenía una ausencia total de pensamientos, una plétora de sensaciones corporales que parecía capaz de acallar aquella mente que llevaba meses sin mutismo.
Al rato, ella me dijo que tenía que ir al baño. En ese instante salí del ensimismamiento y se hizo visible una multitud que, sigilosa, había ido abarrotando la sala y que danzaba como si esquivaran electrodos sonoros. Sentí que todos me miraban, que miraban el hueco que me rodeaba y que crecía por segundos, que pensaban que estaba completamente solo, abandonado en el mundo.
Cuando el vacío estaba a punto de anegarme, cuando sentía que iba a diluirme para siempre, cuando creía que ya jamás dejaría de viajar a velocidades inasibles, ella irrumpió como un Moisés y quebró aquella nada turbia. Leyó la sombra que cruzaba mi mirada y comprendió lo que estaba sucediendo. Me agarró de la muñeca como un zahorí agarra su bastón y sin hablar me dijo: Vamos fuera. Demasiados estímulos.
La seguí con la docilidad y la confianza con la que se sigue a un sanador. Una vez fuera, me volvió a besar y percibí una quietud excéntrica. Después escupió un chicle, sacó un cigarro y apretó el filtro: un chasquido como un croar desproporcionado entró en la noche. No sentamos en la acera, algo brillaba en el cielo. Ya todo estaba bien: no existía la sed, no existía el hambre, no existía el deseo, no existía el lenguaje. Solo una profunda sensación oceánica, una calma panteística, y la impresión de que el universo, o al menos la parcela que era visible desde el escalón, había sido creado solo para ser contemplado.
Tal vez, podría decir que todo se redujo a eso: a una saciedad ascética, a una ausencia de perturbación, a una estética sensual y absoluta.
Poet Douglas Kearney and composer/producer/drummer Val Jeanty link up for a a compelling LP that feels like the written word come to life. Bandcamp New & Notable Mar 30, 2021